miércoles, 15 de agosto de 2007

¡AY DE LOS RICOS!
Hace poquitos días este Papa, que de vez en cuando dice cosas muy serias, afirmó: “La riqueza compromete la salvación”. Como decía irónicamente un gran personaje, cuyo nombre he olvidado: “Hay que ser ‘valiente’ para hacerse rico”; si quitamos la ironía y lo decimos en directo, sería algo así como: “Hay que ser necio (por ponerlo suave) para decidir hacerse rico”.
Por encima de todos, está la infinita sabiduría de Jesús.
“No atesoréis en la tierra; atesorad, más bien, en el cielo” (Mateo 6, 19-20)
Después de las bienaventuranzas, San Lucas contrapone las malaventuranzas; ésta es la primera: “Ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo” ((6, 24).
En la parábola del rico Epulón y Lázaro mendigo, al morir ambos, Jesús pone a Epulón en el infierno y a Lázaro en el cielo. (Lucas 16)
Cuando el joven rico y piadoso pregunta a Jesús qué debe hacer para salvarse, le dice que le queda una cosa: “Vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme” (Lucas 18, 22-24). El joven se acobardó y se marchó muy triste. Jesús añade: “¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas! Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”.
Jesús afirma de forma tajante: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mateo 6, 24).
Podemos hacer todas las matizaciones que se nos ocurran; pero lo esencial de este mensaje está muy claro.
El pecado no está en el dinero, tan necesario para la vida. El pecado es poner al dinero en lugar de Dios, confiar en el dinero lo que tenemos que confiar en Dios, creer que el dinero nos va a dar una felicidad y una seguridad que sólo Dios nos las puede dar. El apego al dinero nos impide recibir muchos dones que Dios nos tiene reservados a cada uno. El apego al dinero vacía de valor nuestras relaciones con Dios. Resumiendo: El pecado está en hacer del dinero nuestro dios.
Pero hay otra razón de su pecaminosidad: La gran injusticia de guardar nuestro dinero sobrante, cuando hay millones de hambrientos.
Estos millones de hambrientos están gritando justicia ante Dios contra los ricos. No podemos librarnos de esta alternativa:
“¡O Dios o el dinero!”
MATÍAS CASTAÑO

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante tu artículo. Según el mismo ser rico es malo, peor que eso: casi un crimen. Por lógica, deduzco que si lo malo para el autor es ser rico; lo bueno para el autor es ser pobre. Si lo es, no entiendo por qué mencionas que habría que reclamar a los ricos por la pobreza.

Este mensaje se ha filtrado dentro del cristianismo y algunas inocentes palomas parecen no darse cuenta que "tuve hambre y me diste de comer" es para TODOS LOS CRISTIANOS. Si TU tienes dos panes, dale uno a tu prójimo, ¡dale uno de diez si te hace falta coraje!; pero no busques a los ricos para que se hagan cargo de TU responsabilidad.