sábado, 18 de agosto de 2007

EL SECRETISMO DEL VATICANO

Es desconcertante el secretismo tan severo que envuelve la vida interna del Vaticano, centro de la Cristiandad. El Vaticano tiene un doble aspecto: Es un Estado y, a la vez, la Sede del Vicario de Cristo; los dos, en cuanto a exigencia testimonial, son inseparables. El Vicario de Cristo, con todos los colaboradores y organismos que orientan, sostienen, protegen y controlan todo el movimiento cristiano en dirección a la construcción del Reino, debe ser un potente foco límpido de luz y de fuerza humano-sobrenaturales a la vista de todos. ¿A quiénes con más propiedad podría Jesús dirigir aquello de “brille vuestra luz ante los hombres para que glorifiquen al Padre del cielo”? A Jesús repugnaba el secretismo: “Lo que se ha dicho al oído, se publicará desde las terrazas”; así pudo responder al astuto Anás, cuando le interrogaba sobre secretas consignas: “Yo siempre he hablado en público; puedes preguntar a quien quieras…”
“¡Ah! Pero una cosa es la Santa Sede y otra el Estado Vaticano”. Efectivamente. Y ello le obliga a ser el Estado-Modelo para todos los Estados del mundo, que buena falta les hace. Y hoy cada vez se están exigiendo con más fuerza a todos los Estados luz y taquígrafos, escarmentados de tantos atropellos y abusos como se esconden siempre tras el secretismo.
Actualmente sólo las sectas tenebrosas, las mafias, las dictaduras y las actividades inconfesables (por criminales y abusivas) de las democracias en sus cloacas del espionaje son las que imponen ese secretismo ya por sí tan sospechoso de criminalidad. Por eso es inexplicable esta actitud inveterada del Vaticano. La Santa Sede que ha copiado las diversas formas de gobierno de la sociedad civil, se ha estancado en la peor, el régimen absolutista que conlleva la censura y el secretismo, porque el poder absoluto, se decía, “sólo tiene que dar cuenta a Dios”. El Papa sabe además que éste es el obstáculo insalvable para lograr la tan ansiada unión de todas las Iglesias cristianas, obstáculo artificial, porque no responde realmente a la intención de Cristo; en la Iglesia Apostólica nunca se ejerció el poder absoluto, que no pegaba con las instrucciones del Señor. Absolutismo y secretismo que llega hasta ordenar la prohibición de seguir escribiendo a un jesuíta español, eminente publicista, por haber acogido el rumor de que el Papa estaba aquejado de cáncer; secretismo en grado ya patológico.
Por eso, las explicaciones vaticanas ante sucesos cargados de sospechas como la muerte sorprendente de Juan Pablo I o el triple crimen del guardia suízo, no logran aquietar a la gente, pues se da la impresión de que los que investigan son jueces y, a la vez, partes interesadas. Quizá el nuevo Tribunal Penal Internacional ayude (u obligue) a la Santa Sede a demostrar su absoluta honestidad en todo momento problemático, como deseamos fervientemente todos los creyentes.
Por favor, que el Vaticano, tanto por ser la Sede del Papa como por ser un Estado libre e independiente, sea el primero en exigirse luz y taquígrafos con plena transparencia, pues no debe haber nada que ocultar y, si lo hay, apresurarse a remediarlo. Sólo así tendrá fuerza moral para predicarlo a todos los Estados de la tierra y a gozar de la credibilidad necesaria para su eficacia pastoral. Lo contrario será siempre sospechoso y criminal y fortalecerá tanta basura como se oculta en tantos Estados.
MATIAS CASTAÑO

1 comentario:

Lolibares dijo...

Hola, P. Matías.
Ahora si he podido abrir su página.
Le deseo todo lo mejor para este nuevo blog.
Gracias
Con cariño, amanecer