miércoles, 22 de agosto de 2007

¿VOLVEREMOS POR FIN AL EVANGELIO?

¿VOLVEREMOS POR FIN AL EVANGELIO?
El cristianismo mantuvo la línea evangélica los tres primeros siglos, aunque con los inevitables fallos humanos. Por primera y única vez, la civilización del amor que proponía (la más alta civilización en toda la historia de la humanidad) se impuso sin violencia, por su propio valor, a la civilización pagana. Pero lentamente la Iglesia fue pasándose a otros parámetros, donde primaban el poder y la riqueza material y compitió con las religiones paganas, no en el testimonio, sino en el brillo y el esplendor. Mordió la manzana prohibida con sus negativas consecuencias inevitables. Desde entonces la Iglesia, junto con los innegables beneficios que ha producido, ofrece un espectáculo lamentable y pobre desde la visión evangélica.
La Iglesia no debería tener más objetivo que promover y perfeccionar la civilización del amor a todos los niveles. Pero ¿a qué se reduce la historia de los pueblos cristianos en este milenio y medio último? A luchas fratricidas permanentes, a magnicidios envidiosos, a latrocinios contra pueblos más débiles, a un juego constante de diplomacias de astucia y presión, siempre con proyectos de conquista, agresión e invasión. Luchas y proyectos en los que muchas veces participaron los pastores religiosos, con la misma ausencia de sentido cristiano que el resto de los poderosos. Y bajo el pretexto del sagrado derecho a evangelizar, se organizaron conquistas con masacres horrendas, esclavitudes inhumanas y latrocinios continentales. ¿En qué principios evangélicos pudieron apoyarse para autorizar estos comportamientos? Antes España fue invadida por los seguidores de Mahoma; a su espada se opuso la nuestra; no voy a negar el derecho a la propia defensa. ¿Pero no cupo soñar en repetir con los seguidores de Mahoma la misma aventura de fe, de amor y hasta de martirio, que logró conquistar para la fe cristiana al mundo pagano del gran imperio romano? Vencimos a los mahometanos, pero no los convertimos. Y nunca el número de mártires hubiera sido tan alto como el número de los que perdieron la vida en las luchas que se prolongaron a través de ocho siglos.
Los pueblos cristianos de Europa han invadido continentes enteros, robado sus riquezas naturales y dejado a sus gentes, en numerosas ocasiones, sin haberlas promovido cultural, profesional ni socialmente. Guerras intestinas inacabables en Europa, coloniales, de religión, hasta cruzadas para conquistar los Santos Lugares…con todas las aberraciones que entrañan; en estos últimos siglos, los abusos de las clases altas provocando revoluciones sangrientas de las clases oprimidas ¿En qué nos podemos apoyar para llamar cristianas a estas sociedades, criadas a los pechos de la Santa Madre Iglesia? Hoy lamentamos que Europa se esté descristianizando. ¡Ingenuo y enternecedor optimismo! Pero ¿es que estuvo cristianizada?
Hoy en esta Europa descristianizada hay más ansia de justicia, de solidaridad y de paz que nunca. Hay una cruzada de amor de miles de voluntarios que marchan a ayudar a las naciones más pobres, con riesgo hasta de la propia vida. Hay una Europa, antes siempre enfrentada, que está construyendo su unidad continental a base de solidaridad y con un grado creciente de comunicación de bienes. Salen cantidades impresionantes de millones cada poco tiempo para atender a los azotados por gigantescas desgracias que superan sus posibilidades. Los ejércitos se están convirtiendo en auténticas “Cruz Roja” y dejan las guerras para llevar ayudas a comarcas desvalidas. Se establecen tribunales internacionales para acabar con la impunidad de los grandes tiranos y corruptos empobrecedores de los pueblos. Se busca la solución de los problemas surgentes a base de diálogo y abiertos a los derechos de ambos contendientes, renunciando a resolverlo por la ley del más fuerte. ¿Se descristianiza Europa o nunca ha estado tan abierta como ahora a los valores evangélicos? Y en tanto ¿dónde está la Iglesia? Enredada en peleas secundarias, a menudo perdidas, a veces erróneas, pero de mucho menor relieve en referencia al Reino. ¿Surgirá éste al margen de la Iglesia?
MATIAS CASTAÑO

1 comentario:

Guillermo dijo...

Por casualidad encontré su blog. Me gustó mucho y me alentó.