lunes, 20 de agosto de 2007

Y DE ESTA ERA DEL CAPITALISMO ¿QUÉ?

Estoy convencido de que el futuro económico de la humanidad está en asentarse sobre un sistema comunitario. Cualquier especialista en economía descubrirá mi ignorancia en la materia. Pero digo lo que honradamente pienso. El capitalismo lleva en sus entrañas el virus de su aniquilamiento. Imaginemos un mundo desarrollado en todas sus naciones. Aparte de que ello aceleraría el agotamiento de los recursos naturales, la sobreabundancia de toda clase de productos llevaría a las industrias a la ruina, por falta de mercado. Da miedo imaginar cómo reaccionarán las mayores potencias, si ven que les amenaza una total ruina.
En un sistema comunitario, la ausencia de competencia evita el amontonamiento indefinido y suicida de productos, cuya producción se puede acomodar a la capacidad de la naturaleza. En el capitalismo, cuanto más se produzca, peor; en el sistema comunitario, cuanto más se produzca (sin sobrepasar las posibilidades de la naturaleza), mejor y a más tocamos cada uno.
Hoy la suerte de la humanidad está en manos de una mezcla de capitalismo social y otra (en las altas esferas) de capitalismo liberal tirando a salvaje. Quizá en este momento de la humanidad el capitalismo con crecientes elementos sociales sea el único sistema posible, conjugando generosamente la tesis y la antítesis, para desembocar en su momento en la síntesis comunitaria internacional para el bienestar y la felicidad de todos los hombres. Pero todo puede malograrse, si no se domestica la codicia planetaria del gran capital, que ya está haciendo proyectos y presentando propuestas (no sabemos con qué grado de influencia en los gobiernos) para establecer una especie de dictadura económica internacional despiadada (ojo al AMI), que no titubeará en jugar con el bienestar de naciones y continentes enteros y con la miseria y la hambruna de masas millonarias. No olvidemos que el motor de toda la economía capitalista es el lucro contante y sonante que despierta una codicia insaciable hasta en corazones hastiados ya de sus multimillones; el gran dios Moloc, devorador de hombres, nos puede llevar a situaciones apocalípticas inimaginables que pueden desembocar en una guerra galáctica de intereses encontrados y en una miseria y ruina universales. La Aldea Global, proyecto ilusionado de un mundo solidario y feliz, puede caer bajo las garras del gran capital para ser sustituida por un comercio bestialmente sojuzgado a este dios ciego y sin entrañas. El Tribunal Penal Internacional, tan ilusionadamente acogido y saludado por la humanidad, puede ser, en manos del gran capital, convertido en un nuevo Tribunal de Orden Público a las órdenes implacables de sus intereses, ante cuyo altar serán inmolados los más nobles corazones del planeta. Maastricht puede convertirse “inocentemente” en instrumento del AMI para poner en marcha sus proyectos malditos.
Y el Reino de Dios (¡alerta, Iglesia!) que tenía que vivificar e implementar el bello proyecto de la Aldea Global, puede ser suplantado por el Reino de Moloc, por obra y gracia de sus avispados devotos capitalistas, que no se duermen ni descuidan.
MATIAS CASTAÑO

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